En Venezuela, Hugo Chávez intentó en el año 1992 derrocar por un Golpe de Estado a Carlos Andrés Pérez, presidente electo por el partido Acción Democrática, inscrito en la Internacional Socialista. Dicho golpe de Chávez, estaba sustentado en el discurso de la lucha de clases revolucionario de la izquierda. Años después Chávez llegaría al poder a través de elecciones y tras aliarse con Cuba instauró un modelo socialista autoritario en el país. Al morir debido a un cáncer, asume el poder Nicolás Maduro.
En la actualidad, el chavismo lleva más de dos décadas en el poder, y hoy (año 2019) quien disputa el poder al chavismo, es Juan Guaidó, quien proviene del partido Voluntad Popular, también inscrito en la Internacional Socialista. Antes de Guaidó, fue Henrique Capriles, adorador del socialista brasileño Lula da Silva (quién además fue uno de los mayores socios de Hugo Chávez), quién ejerció como candidato presidencial contra Nicolás Maduro; a estos últimos, las bases del chavismo, y los propios jerarcas del chavismo, les han llamado en numerosas ocasiones: fascistas, escuálidos, agentes de la ultraderecha, miembros de la derecha diabólica, y otros términos peyorativos para intentar plasmar que se trata de una batalla de la derecha contra la izquierda, cuando todos, insisto, todos los actores políticos relevantes de oposición venezolana durante el chavismo se definen ideológicamente como socialistas, a excepción de uno: María Corina Machado, a quién tanto esa oposición de izquierda y el propio régimen han marginado de la lucha política; la “oposición” excluyéndola de la toma de decisiones para combatir al régimen, y el oficialismo optando por silenciarle y quitarle todo tipo de spotlight. Los mandamás del chavismo casi ni la mencionan, pues esto lo que haría sería brindarle foco, que es precisamente lo que ambas facciones de izquierda evitan.
En ese sentido, los venezolanos durante las últimas décadas han sido obligados a elegir entre extrema izquierda e izquierda, anulando por completo el resto del panorama político, y lamentablemente en ese sentido la realpolitik de Estados Unidos ha fallado, pues ahora se vuelve a repetir el mismo ciclo en el que apoyan a un socialista “moderado” como Juan Guaidó, para derrocar a un socialista radical como Nicolás Maduro, haciendo gala del pragmatismo, repitiendo los mismos errores del pasado.
Esta lucha política limitada y dirigida a centralizar el conflicto en opuestos de izquierda, parte no solo desde los espacios políticos, sino también desde los espacios culturales, donde han logrado posicionarse pensadores, maestros, y artistas que son abiertamente socialistas y pregonan desde sus posiciones privilegiadas con un discurso de oprimido. Basta con intentar ubicar en la actualidad artistas, músicos de impacto masivo identificados con la derecha o con las doctrinas liberales, y usted se podrá percatar que difícilmente encontrará a alguien relevante, pero si gira a la izquierda, encontrará a cientos de artistas latinoamericanos y de otras partes que abiertamente en sus canciones, obras o declaraciones, hacen o hicieron apología al discurso de izquierda: Calle 13, Alí Primera, Los prisioneros, Silvio Rodríguez, Café Tacvba, Gondwana, Facundo Cabral, Bersuit Vergarabat, Mark Ruffalo, Gabriel García Marquez, Mario Benedetti, Sean Penn, Oliver Stone, Pablo Neruda, Rage Against The Machine (estos últimos, norteamericanos, que aparecen en sus videos y presentaciones con franelas del Che Guevara, Fidel Castro y compañía), son apenas unos pocos ejemplos de la hegemonía cultural que sostiene la izquierda sobre la derecha, nada más en el continente americano, y que se extiende a otras fronteras con pensadores, artistas e intelectuales muy influyentes y destacados del pasado o la actualidad, como es el caso de Albert Camus, Pablo Picasso, Roger Waters (exfundador de Pink Floyd), Jean Paul Sartre, Jack London, José Saramago, entre otros.
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